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jueves, 24 de diciembre de 2015

VALOR DE LOS RITUALES EN LOS CICLOS DE LA VIDA: INVIERNO - ELISA SANZ OLEO



(Una aportación desde la perspectiva de la psicología analítica) 

Este martes 22 de diciembre, día de Marte y dios griego de la guerra, comenzará el invierno astronómico en el 2015. 

Estamos en “el mes de la luna de los árboles chasqueantes”,  con este poético nombre los indios Lacotas nombran diciembre. Para quienes vivimos en una ciudad, las huellas de lo natural son más sutiles. Tenemos los días más cortos, los menos luminosos, la oscuridad y la noche predominan. Justo en el momento del solsticio, cuando la altura máxima del sol al mediodía, durante unos días permanece, (“solsticio” significa "sol quieto"), en la noche más larga del año, iniciándose el invierno, progresa su opuesto: ¡el avance de la luz!.

 En el hemisferio norte, lo natural ligado a esta estación  es el frío, el viento, la escarcha, la nieve, lo oscuro y simbólicamente la muerte y la espera…tiempo de aceptación, renovación y renacimiento. El invierno nos lleva al recogimiento, “adentro de la casa”, en el doble sentido de la casa externa que nos acoge y la casa interna como lugar de introspección. Es pues de forma natural un tiempo de repliegue hacia lo interno. Nos recuerda el psiquiatra suizo C.G. Jung en su libro Conflictos psíquicos del hombre actual que:“Las grandes renovaciones nunca vienen de arriba sino siempre de abajo, al igual que los árboles nunca crecen desde el cielo hacia abajo, sino desde la tierra, a pesar de que su semilla cayó un día de arriba”. 
 
 


  Bosque de hayas, Parque Natural de Monte Santiago. Burgos. 

Simbólicamente el frío se vincula al anhelo de soledad y elevación pues gracias al frío el aire se “espiritualiza”. En el aire helado de las alturas se encuentra el silencio y la nieve, que como todo lo caído del cielo tiene un carácter numinoso y participa del simbolismo de la altura y de la luz. El viento sería el aspecto activo del aire, considerado como el primer elemento por su asimilación al hálito y al soplo creador divino.
 

Los rituales festejando el solsticio de invierno son antiquísimos y  los encontramos en todo tiempo y cultura. Subyace la idea del envejecimiento del sol hasta morir y nacer un niño sol. Básicamente su significado está ligado a la renovación/renacimiento, o a la inversión de roles (esclavo/señor, discípulo/maestro) como ocurría en las celebradas fiestas romanas en honor a Saturno, las Saturnalias.